Nephilim — Los años oscuros

Cuando empecé con el blog, una de mis intenciones era narrar una vieja campaña de Nephilim que nos marcó a mis jugadoras y a mí. La campaña se desarrolló en tres cursos lectivos, en la universidad, entre 1998 y 2001. Cogí un buen ritmo al principio, ventilándome la primera temporada de la campaña (Akhenatón-Jesús-Arturo) en año y medio. Pero con la segunda, ¡ay! Con la segunda llevo desde junio de 2009 a un ritmo cada vez más tectónico. Hay varias causas para este bajón de ritmo: he vuelto a jugar de manera regular, por lo que el tiempo que antes dedicaba a las entradas de Nephilim ahora lo dedico a preparar partidas y luego a resumirlas; también encontré un trabajo que me encanta pero que me quita las ganas de usar el ordenador después de la jornada laboral. Por último, me he adentrado en un segmento de la campaña bastante oscuro, flojo y del que apenas guardo notas.

Un poco de resumen: estamos en el siglo XIII. La trama principal de la campaña, el Grial y su destino, se me murió muy rápido al perderlo las jugadoras a manos de la Prieuré. Los intentos de buscar pistas sobre su paradero fueron infructuosos por escasos y poco motivados, prefiriendo las jugadoras centrarse en las tramas personales de sus respectivos personajes. La trama de Caos, entonces aún la trama personal de Menxar, se cerró súbitamente con la inesperada muerte de Sarrask. La trama Selenim de Pírixis, a falta de aparecer un pnj importante para el siglo XX, estaba completa también. Y la jugadora de Yaltaka, la más dotada para tirar del grupo (barranco abajo, las más de las veces), nos dejó una temporada por caer en brazos de Cupido. Añádase a esto mi inexperiencia en aquel entonces y que mi tiempo libre se lo llevaba el final de la campaña, el enfrentamiento contra el Temple.

De ahí que el paso del tiempo entre 1260 y 1295 fueran una serie de partidas sin demasiada chicha y en las que no se profundizó gran cosa en ninguno de los temas abiertos, como las catedrales templarias, el destino de Ephram el traidor, etc. Quedan recuerdos sueltos, como la vez en que Menxar y Pírixis acudieron a una adivina en París que soltó frases bastante ambiguas («Tu opuesto está junto a ti», «El hombre de en medio la anda buscando» y otras similares) y alguna más directa referente a un jinete estepario.

A raíz de aquello, Menxar y Pírixis terminarían encaminando sus pasos a Tierra Santa en un último intento de dar con el paradero del Grial. No fue una gran partida, pero me permitió dar un cierre aceptable al tema del Grial con una entrevista entre Pírixis y un anciano Sigbert de la que hablaré en una posterior entrada, espero antes de 2017.

Y también conocieron a Nikolai, el jinete estepario: un selenim natural tan joven como Pírixis que, como nephilim, había pasado la mayor parte de su vida en estasis. Volvía ahora, por motivos que ya no recuerdo, al Egipto que le vio nacer y se tropezó con los Guardianes del Grial a orillas del Jordán. Estaba encarnado en un joven de buen ver, mestizo de eslavo y mongol, y la atracción mutua entre él y Pírixis fue palpable desde el principio. Tanto que abandonó su idea de viajar a Egipto y fue con ellas a Europa, y se convertiría, en los 700 años siguientes, en amigo, amante y confidente de Pírixis, la sombra de una sombra. Aunque primero tuvieron que entenderse escribiendo jeroglíficos en la arena.

Y con esta pequeña reflexión y la futura entrada sobre la entrevista entre Pírixis y Sigbert me van a permitir ustedes que dé carpetazo al tercio central de Las vírgenes negras, a ver si centrándome en la lucha contra el Temple y su Gran Plan soy capaz de conseguir un ritmo decente.

Nos vemos en el Forlon.

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