Terry Pratchett

Conocí al maestro cuando estudiaba en Madrid. Un compañero del club me dejó Pirómides, edición de Martínez Roca. No fue un amor a primera vista: tuve que esperar a que Plaza & Janés volviera a publicar los primeros libros del Mundodisco. El resto, como se dice, es historia. Primero, persiguiendo los libros de bolsillo. Luego, rastreando la zona de novedades del Corte Inglés de Badajoz en busca del último libro. El temor al principio de que aquello no vendiera bien y la editorial nos dejase sin más material. Las consultas a La concha de Gran A’Tuin para buscar referencias, chistes explicados y errores de traducción. La época tranquila, con las traducciones de Javier Calvo y la colaboración de Manu Viciano. Y, entre medias, los gnomos, Buenos presagios, la cruda Nación. Y la estantería que se ha ido llenando todos estos años, tanto como mi vida.

Ayer el hombre del sombrero nos dejó. No por esperada fue una noticia menos dolorosa. Me enteré en el trabajo, por un escueto mensaje de mi hermano. Y sé que la próxima vez que coja un libro suyo se me saltarán las lágrimas.

Gracias por todo, sir Terry Pratchett.

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