Nephilim — Llega Sarrask

Tres días tardó Pírixis en arrastrar a un incauto (un pescador joven, musculoso y de pocas luces) para que fuera el nuevo simulacro de Menxar, tres días que a la ondina le parecieron años. Pero, solucionado ya el pequeño problema, pudieron seguir con la exploración de las grutas hasta dar con el Libro Negro en una estancia amplia y protegida de la humedad, junto con tesoros y objetos diversos.

Tres días tardó, los que necesitó Sarrask para darles por fin alcance. Sarrask el Destructor, el Heraldo de Caos que quedara libre y acabara con los Tejedores. Sarrask el Luchador, acompañado de toda su tribu de duendecillos contrahechos y de largas y afiladas garras. Y los Guardianes del Grial sin Yaltaka.

El rugido desafiante de Sarrask atemorizaba a los mismos ángeles y Menxar cayó hecha un ovillo y tapándose los oídos. Pírixis juró en arameo (lengua que hablaba a la perfección), empuñó su gladio y se plantó entre la ondina y el heraldo. La dama del lago era ducha en esgrima, pero Sarrask había sido una de las grandes espadas de los ejércitos divinos. Abrió la defensa de la selenim con desdén y le lanzó una estocada mortal con su espada llameante.

El tiempo pareció detenerse. La sonrisa de Sarrask, el grito de Menxar, la sorpresa de Pírixis. Ésta fue la primera en reaccionar, con las palabras de Quirós resonando en su mente («Somos selenim, monstruos imposibles nacidos de algo muerto»). Ignoró sus instintos y la enorme y poderosa espada de fuego que habría partido en dos a un nephilim, que habría destrozado el alma de un humano pero que era inútil contra ella, ser de Luna Negra, y atacó con fuerza al heraldo. Por detrás acudía ya Menxar a vengar a su amiga. Había enterrado el terror provocado por Sarrask bajo la más llameante ira y, como viera a su lado, caída fuera de su estuche, Excalibur, la tomó y cargó con toda su alma, clavándola hasta la empuñadura en el cuerpo y en la esencia de Sarrask el Destructor.

Y así el Paladín de los Caídos con el arma del Paladín de los Ángeles mató al Heraldo de Caos. Y comprendió muchas de las cosas que su maestro le había contado sobre los paladines. Como que no había poder en el mundo que le pudiera hacer frente con Excalibur en sus manos.

Pero Pírixis estaba allí y era una experta en la lectura del futuro, tanto en el agua de roble como en el semblante de humanos y nephilim. Y el rostro de Menxar era fácil de leer. Cogió el estuche de la espada y se arrodilló ante ella.

—Mi señor, habéis vencido. Tomad el estuche de Excalibur, pues esas criaturas inferiores —dijo, refiriéndose a los duendes que acompañaban a Sarrask— no son dignas de contemplarla.

Confusa por las sensaciones que se arremolinaban en su interior y aliviada al ver a su compañera viva, Menxar actuó mecánicamente, depositando la espada en el estuche. Rápida, la selenim cerró el estuche y se alejó de la ondina, que, separada del poder de la espada, parpadeó lentamente, como si despertara de un profundo sueño.

Al fondo de la estancia, la turba de duendecillos de Sarrask aprovechaban la coyuntura para hacer un discreto mutis.

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3 comentarios para “Nephilim — Llega Sarrask

  1. Fue uno de esos momentos en los que me hubiese gustado ver la cara que se me quedó cuando esperaba una muerte segura. Y sí, bien que se rió de nosotras 🙂

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