Pendragón — 489, un mal año

Y mira que empezó bien, con la boda entre sir Elffin y lady Elaine. Sir Elffin era un caballero joven de la casa Tilshead. Su padre, caballero sin tierras, había invertido el botín obtenido en sus campañas en armar a todos sus hijos que quisieran dedicarse al arte de la espada y los había repartido como escuderos entre las casas vecinas. Elffin, escudero en Sarum, era caballero en la casa del conde Roderick desde 485, junto con sus dos inseparables compañeros, sir Sila y sir Arcavius. La historia de Sila era parecida, sólo que venía de Silchester, del intercambio de escuderos hijos de familias menores cuando la boda del conde Roderick y lady Ellen. Arcavius, en cambio, era heredero de un señorío sito dentro del vecino condado de Hampshire, la tierra de los belgae. Los tres, junto con sir Jaradan y sir Leo, eran los caballeros jóvenes con mayor proyección del condado. Mientras que los dos últimos habían ganado su Gloria en las batallas en las que habían estado presentes, nuestros tres protagonistas se habían visto envueltos en las más raras aventuras estando de guarnición, implicándose, de la mano del propio Merlin, en el destino de Britania.

Lady Elaine, por su parte, era la heredera del gran señorío de Sutton y del vecino de Chicksgrove, Nedde arriba. Era joven pero viuda, ya que a su marido, joven y apuesto caballero de brillante futuro, lo asesinó su amante (el de ella, digo), de baja condición, que bailó en la soga por aquello. La petición de mano de sir Elffin arregló un problema de difícil solución al conde Roderick, pues no encontraba pretendientes para la casquivana joven. No como a la bella lady Adwen, a la que tres caballeros hacían la corte.

Y mira que siguió bien, pues el rey Uther había decidido hacer entrar en razón al rebelde duque Gorlois de Cornualles y hacia sus dominios partió con sus huestes. Pero la batalla, gracias a Dios, no se produjo porque la sabiduría entró en la dura mollera del duque (y en la del rey, pero yo no he dicho tal cosa) y juró fidelidad a la corona. Claro que igual influyó el apoyo del rey para las posibles campañas contra el vecino reino de Cornualles que Gorlois tuviera en mente.

Fuera como fuese, el ejército real salió de Cornualles sin bajas y con la moral alta. Al norte, un nuevo ejército sajón bajo las órdenes de los reyes Octa y Eosa había repartido hostias no consagradas a Malahaut y otros reinos vecinos y los hombres de Lindsey protegían desesperados las fronteras de Logres. Allá fueron los ejércitos de Uther y allá empezó a torcerse la suerte, pues los sajones no dieron la cara sino que se dispersaron y en bandas más o menos numerosas se dedicaron al saqueo.

Repartiose entonces el ejército real, desperdigándose en bandas a la caza del sajón. Sir Arcavius, sir Elffin, sir Sila se sumaron a sir Hywel, el abanderado de West Lavington, y sus caballeros, siendo un total de nueve, más sus escuderos y un par de hobliars. Y entre todas las bandas sajonas que asolaban el norte de Logres, tuvieron la mala suerte de toparse con la de Aescwulf Wigelmson el berserker, un auténtico hijo de mala madre, loco, salvaje, cruel y sanguinario que, además, tenía la terrible costumbre de envenenar sus armas.

Nada de esto sabían, claro, sir Hywel y sus compañeros cuando los sorprendieron saqueando una aldea. Aunque los sajones los doblaban en número, iban a pie, así que los caballeros de Salisbury no dudaron, calaron lanzas y cargaron en, posiblemente, la peor carga de la historia de Salisbury. Ya en el primer envite, sir Sila y sir Elffin caían derribados, el primero a manos del propio Aescwulf. Rota la carga, los caballeros tiraron de espada. Y sir Hywel y sir Arcavius bien que trabajaron, tumbando sajones como quien siega mies. Pero Aescwulf y sus hombres no se estuvieron quietos tampoco y los hermanos sir Tungyr y sir Tweli hacían compañía en el frío suelo a Elffin y a Sila. Finalmente, sir Hywel conseguiría derrotar al berserker, aunque él mismo fue herido de gravedad. Los sajones, desmoralizados, recogieron a sus compañeros heridos, incluyendo Aescwulf, y huyeron del campo de batalla.

Pero los hombres de Salisbury no estaban en condiciones de seguirlos: Tungyr, caballero mantenido de West Lavington, había muerto, partido en dos por el hacha del berserker. Misma suerte corrió sir Sila, caballero mantenido de Sarum, truncada una vida llena de promesas. Los enterraron allí, en la tierra que habían protegido, y buscaron acomodo para los heridos. Lo encontraron en un señorío cuyo caballero estaba ausente, en campaña. Su mujer, lady Meryl, se desvivió por atenderlos, pero sir Elffin se debatía entre la vida y la muerte y las heridas de sir Hywel estaban más allá de sus conocimientos: el veneno de Aescwulf hacía su terrible efecto. Les habló entonces lady Meryl de una mujer en el bosque con gran talento como curandera que quizás pudiera ayudarlos.

Allá fueron, al corazón del bosque, a una cabaña que se confundía con un túmulo o un pequeño montículo y una vieja de voz cascada (aunque a veces se le olvidaba ponerla y le salía una voz dulcísima) cuyos milagrosos emplastos y brebajes curaron a Elffin y a Tweli. Pero sir Hywel era imposible. Illia, que así se llamaba la mujer del bosque, necesitaba de un poderoso objeto para crear el antídoto, una daga de plata que le robara sir Brynach, señor de la Torre del Roble. Allá fueron sir Arcavius, el recuperado sir Elffin y sir Aeron, uno de los caballeros de sir Hywel.

No voy a explayarme en tal historia, pues muy similar fue a la otra. El poco sutil intento en la puerta principal terminó con precipitada retirada bajo lluvia de flechas. El segundo intento, escalada nocturna, encontró el recinto vacío y abandonado desde hacía años. El descenso por el pozo les llevó al Otro Lado y al campamento de sir Brynach y sus hombres, trasgos en realidad. El enfrentamiento terminó con sir Arcavius casi destripado. Cargando con el herido, sólo sir Elffin logró salir antes del amanecer. Sir Aeron y sir Arcavius quedaron desaparecidos en el Otro Lado

Muy tarde. Sir Elffin esperó todo lo que pudo y sir Hywel murió. Finalmente, con el invierno llamando a la puerta, el señor de Suiton volvió al sur, a dar la triste noticia de cómo sir Hywel, sir Arcavius, sir Sila, sir Aeron y sir Tungyr quedaron allá en el norte, lejos de su hogar.

Pero las exequias para Aeron y Arcavius fueron precipitadas: dos días tardaron en salir del Otro Lado. Más de nueve meses habían pasado en Este Lado. Pero no había acabado aún para ellos la aventura, pues estaban sin caballos ni escuderos y Arcavius, muy malherido, era improbable que aguantara el camino hasta la cabaña de lady Illia.

Un comentario para “Pendragón — 489, un mal año

  1. ELEGÍA A UNOS AMIGOS:

    A las huestes del infame
    marchamos a combatir.
    Dispuestos hasta a morir
    Por defender quien cual ame.

    Mas el sajón y ambos reyes
    batalla no osaron honrar.
    Contentáronse en saquear
    Obviando todas las leyes.

    Por proteger desvalidos
    sin cuartel fuimos a cargar.
    Pírricamente a cabalgar
    segados de entre los vivos.

    Valiente sobre arrojado
    Sir Sila el reposo halló.
    Y picando espuelas huyó
    todo sajón desalmado.

    Vil artimaña blasfema
    la ponzoña que emplearon
    y a noble Sir enfermaron
    ¡Sean todos anatema!

    Por sanar a los caídos
    tres caballeros marcharon
    recio castillo avistaron;
    de noche muros raídos.

    Encantado por los trasgos
    el acceso al fin hallaron
    y sus guardianes mostraron
    sin magias, sus ciertos rasgos.

    Sir Arkavius El Más Grande
    su férrea horma encontró
    y al convaleciente arrastró
    Aeron sin quien se lo mande.

    Con El Más Grande abatido
    trataron pues de regresar,
    mas la magia de este lugar
    dejó al grupo dividido.

    Este humilde caballero
    profano, en ser trovador,
    rendirá homenaje al honor
    tornándose en plañidero.

    Sin amigos he quedado.
    Agorero mensajero,
    con nuevas malas viajero
    para un corazón truncado.

    La dama por quien Sir Sila
    en las noches suspiraba
    sabrá por mí que la amaba.
    Elffin mi nombre de pila.

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