La piedra negra

Pírixis aprendió de Quirós todo lo que pudo los años que estuvo con él y luego lo dejó con un simple «adiós», tal y como el anciano había querido. No sería la última vez que se vieran: su destino había quedado atado al de la Dama del Lago.

En cuanto se hubo separado de su maestro, olvidó sus dos principales consejos. Ni se fue de París ni cortó con su antigua vida. Lo primero que hizo fue presentarse en la sede del Emperador, causando un buen revuelo. Algunos sólo vieron una humana que se paseaba como si fura la dueña del edificio. Otros la rehuían, reconociendo lo que era. Algunos, como Ethiel y Menxar, se acercaban con una mezcla de repulsión y fascinación. Y Yaltaka se limitó a levantar la vista de su escritorio y exclamar un:

—¡Ya era hora de que volvieras!

Nunca sabremos si el silfo no entendió el cambio que había sufrido su amiga, no se dio cuenta o lo ignoró como si fuera algo sin importancia.

En todo caso, los Guardianes del Grial estaban juntos de nuevo y la historia podía continuar. Una historia que les ofrecía muchos caminos que seguir: el Grial seguía perdido y la pista desaparecía con el naufragio de Sigbert, la marca de Menxar y la historia de la Torre Negra y el tema de las vírgenes negras y las catedrales templarias que tanto preocupaba a Ethiel.

Decidieron dedicarse a esta última, en parte como agradecimiento a Ethiel por la ayuda prestada, en parte por esperar a que el gato extendiera sus redes a Bizancio y Oriente Próximo. Pero el poder del Temple en Francia era tal que tuvieron miedo de provocarlo investigando sus catedrales, así que optaron por un objetivo en apariencia más fácil: los reinos cristianos de la Península Ibérica.

Para tal misión se hicieron acompañar por otros dos nephilim. Por desgracia, nada sabemos de ambos, aparte de que uno era adepto del Emperador. Aportaron más problemas que ayuda y su permanencia en el grupo fue corta: uno moriría poco tiempo después y el otro seguiría su propio camino.

Así pues, cinco nephilim y un selenim —Yaltaka, Pírixis, Menxar, el fénix y los dos citados— cruzaron los Pirineos en la primavera de 1251. Largo sería contar sus aventuras y desventuras e inútil, pues poco aportan a nuestra historia. Bástenos saber que bien gastaron las herraduras de sus monturas yendo de un lado para otro en un intento de acercarse lo suficiente a una virgen negra. Lo consiguieron en el santuario del Monsacro, donde el fénix y los dos nuevos aprovecharon para sustraer la piedra de su hueco en la espalda de la virgen para enfado de Yaltaka y Pírixis, que lo veían un riesgo inaceptable.

La piedra era algo realmente extraño. Era una piedra negra, pulida, un elipsoide del tamaño de un huevo de gallina. Sin embargo, en visión-ka mostraba un pacífico color azul oscuro, totalmente distinto al color y apariencia del ka-agua. A ojos de Pírixis, en visión-ka de Luna Negra, mostraba violentos cambios y corrientes. ¿Un ka-elemento nuevo? Al final, el robo les serviría para desentrañar el misterio del Temple y las Vírgenes Negras, aunque no antes de haber «distraído» otra piedra.

Mas otra cosa bien rara les sucedió. Fue un día soleado que dedicaron a descansar tras unas jornadas fatigosas. Estaban en una mesa afuera de una taberna, en algún lugar del Camino de Santiago cuando se les acercó un extraño peregrino que se presentó como Tarik y los reconoció como lo que eran («¡Salud, hermano de fuego! ¡Qué Dios os guarde, hermano de agua!»), a todos menos a la selenim. Un tipo peculiar, de gran personalidad y con un ka-sol muy desarrollado, pero humano al fin y al cabo. Se presentó como un charpentier y les avisó de que los templarios andaban cerrando las Scala Dei, las puertas al Cielo y al Infierno, con sus iglesias y catedrales, lo que traería consecuencias nefastas para todos.

Lo que los Guardianes del Grial entendieron como que el Temple andaba cerrando accesos a los planos sutiles y los charpentiers eran una pequeña orden iniciática perteneciente a las Espadas (Misterios y similares) contraria a tal proceder pero incapaz de enfrentarse a la poderosa orden templaria. Un comienzo, y un misterio que demostraba ser mayor de lo esperado. ¿Era cierta la información que les había dado Tarik? ¿Qué papel tenían las piedras negras? De vuelta a París informaron a Ethiel de lo averiguado y Yaltaka le ordenó dar prioridad a este asunto. También tiraron de agenda, contactando con viejos conocidos y pidiendo favores… Pronto, el Mago, la Sacerdotisa, la Rueda de la Fortuna y el Sol en París estaban estudiando la piedra. Ellos, por su parte, usarían el regalo que Uzbia acababa de hacerle al silfo para ir a Bizancio, a consultarme.

4 comentarios para “La piedra negra

  1. Una vuelta a escena al estilo Yaltaka; simple, directa, por la puerta principal y a todas luces desconcertante, muy eficaz para que Yaltaka no me cortase la cabeza primero y preguntase después.

    El dar explicaciones no hubiese servido de mucho(conclusión obtenida tras el paso de algunos siglos intentando explicar lo que era y sus consecuencias más inmediatas.

  2. No era cuetión de entender o no en lo que se había convertido, era mi Pírixis, simplemente. Además, quien dice que el Emperador no podría sacarle partido a un Selenim? jejejejejeje

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