Kenran Butoh Sai

Hay un género en el anime bastante popular que incluye una infame nave pirata y un chaval que se cae en ella y resulta ser la clave para el futuro de todo. Muchas veces, además, el chaval resulta ser un hacha en un campo totalmente ajeno a su experiencia: el pilotaje o copilotaje de las máquinas de combate (mechas, casi siempre) que usa la nave para salir airosa en sus batallas. Así, el joven inexperto y de extraño origen se convierte no sólo en la clave para la supervivencia de la Humanidad (o lo que sea), sino también en imprescindible para la supervivencia de una nave que hasta el momento se las había apañado únicamente con los mejores pilotos del universo conocido. El estudio Bones es todo un experto en este tipo de series: Kenran Butoh Sai, Eureka 7 y Bounen no Xamdou. Kenran Butoh Sai, the Mars Daybreak fue la primera, en 2004, y es la más tópica y absurda (en su trama) de todas. Sin embargo, tiene tres cualidades que la hacen una serie recomendable, y más para las calurosas tardes de verano: primero, es una serie que no se toma en serio a sí misma, todo acción y humor y con una trama ligera, alejada de los intentos de dramones de las otras dos; segundo, tiene unos cuantos personajes atractivos que mantienen la serie; y por último y por extraño que parezca, el protagonista es carismático, útil, mañoso y consigue caernos bien.


Kubernes

La serie está ambientada en un imposible Marte cubierto por las aguas y lleno de colonias submarinas dominados por la Tierra (para variar) donde se combate con mechas submarinos controlados remotamente. Durante el ataque a una de estas colonias por parte de la infame Nave del amanecer, la más infame nave pirata, el joven Gram (Tomozaku Seki: Chiaki Shinichi y Sousuke Sagara) cae al océano y, medio ahogado y guiado por su colgante, termina en la cabina de un extraño mecha tripulado aparecido de Dios sabe dónde y con cuyos controles se hace al momento, ayudando a los mechas de la Nave del amanecer contra las fuerzas terrestres y, de rebote, termina uniéndose a ellos. La nave está capitaneada por la robusta Elizabeth Liati, la mejor capitana de esta suerte de trilogía pirata de Bones y cuenta entre su tripulación con la habitual mescolanza de personajes curiosos salidos de aquí y de allá, con el piloto de la leche que lleva otro mecha tripulado, Yagami el Shinigami, el homenaje-chiste a Sea Quest de Poipoider, un delfín malhablado y pendenciero que usa un pequeño mecha, estilo armadura potenciada, para moverse por «secano», la extraterrestre a lo vulcaniana Ester Ein Astrada (una sobria Fumiko Orikasa, razón por la que me vi la serie en su día: después de Saikano me dediqué a buscar trabajos suyos), la niña rara y medio psíquica Higashibara (la veterana Yui Horie) y demás personal (gata parlanchina, niño pelmazo, una IA que es un abuelo cascarrabias, la computadora de la nave…).


Ester al timón

Paralelamente a las aventuras de la nave pirata y su nuevo recluta, tenemos las desventuras de la pobre Vestemona Lauren (Houko Kirika Kuwashima), compañera de infancia de Gram, adoptada por un tipo importante de la Tierra y que ahora, en el ejército (como piloto de mechas, claro), ha vuelto para luchar contra los piratas, sólo para encontrase que Gram… Bueno, pues eso, la chica de la serie. Tampoco pidamos grandes tramas, ¿vale? Y, por supuesto, Kubernes, un cabrón con estilo con la voz de Keiji Fujiwara, que lo bordó como Ladd Ruso, y como el pesado Mae Hughes de Fullmetal Alchemist.

En fin, una serie para ver con las neuronas desconectadas y disfrutar un poco de un chute de optimismo y buenrollismo terminal y unas cuantas escenas de acción que no están nada mal.

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