Darker than black: Ryuusei no gemini

Una gran serie nos deja con ganas de más. Sin embargo, conseguir de nuevo un gran nivel, ya sin el factor sorpresa, es difícil, y el anuncio de una nueva temporada de una gran serie es recibido con escepticismo. Si hacemos un repaso de series de anime con continuación, pocas mantienen el tipo, incluso aunque estén basadas en mangas que continuaron más allá de lo cubierto en la primera temporada. El anuncio de una segunda temporada de Darker than black fue recibido con una mezcla de alegría y temor. La serie, de 12 capítulos, fue estrenada en otoño de 2009 con el nombre de Darker than black: Ryuusei no gemini. Estos días he tenido ocasión de verla, con esperanza al principio y cada vez con más temor. El resultado final es simple: hagamos como que no ha existido. Si no la has visto y tienes ganas de verla, mejor no sigas leyendo, porque te la voy a destrozar.


El cuarteto protagonista. Alguien debería morir por hacerle eso a Mao

La serie arranca dos años después de la primera temporada, con un Hei (Hidenobu Kiuchi, Ren en Nana) borracho, violento y solitario, que verá su camino enlazado al de la joven rusa Suou Pavlichenko (Kana Hanazawa), una chica de Vladivostok que estudia en un típico colegio japonés (sabemos que es Rusia porque hay nieves y rubias), cuyo hermano, Shion (Houko Kawashima), es un contratista de extraño poder buscado por todas las agencias de inteligencia del mundo. July, el muñeco del MI6 y un triste Mao convertido en animal humorístico, cierran el grupo. De fondo, más contratistas, facciones, el extraño destino de Yin, y unas buenas escenas de acción.

En la parte mala, la historia. En Darker than black optaron por una trama sencilla: una poderosa organización internacional y secreta que quiere eliminar a los contratistas y un grupo de contratistas que lo ha averiguado y lucha contra ellos. Todo esto rodeado de terceras partes y aderezado con fantasmas del pasado, antihéroes, doble juego y mala leche, pero sin artificio ni trucos extraños. Un segundo visionado de la serie nos permite comprobar cómo la trama arranca aquí y aquí y va por aquí y esta reacción de este personaje está motivada por aquello. En Ryuusei no gemini esta trama sencilla, elegante y verosímil no se da: nos encontramos con giros y más giros en los que se nos dice que tal escena que ya vimos en realidad no pasó así y que esta otra es un implante de memoria y que todas las agencias del mundo mundial buscan evitar una extraña profecía y son engañados por un niño de trece años, contratista, sí, pero un crío, que lo que quiere es hacerle un regalo (una copia de la Tierra para su disfrute) a su hermana muerta años ha y a quien ha recreado hace un par de días, como quien dice.

Una tontería que no se sostiene por ningún lado, acompañada de una música infame, tetas bamboleantes, travestí supuestamente trágico, otome o HiME convirtiéndose cada dos por tres con el fusil de cazar búfalos del abuelo y el pobre Mao relegado a ardilla cómica.

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