El traidor

Este fin de semana por fin arrancamos con la campaña de Ánima que en la que estreno grupo de jugadores nuevos. Tras jugar la partida de la pantalla con algunos de ellos y una corta partida introductoria (estaba malo), la del sábado fue la primera partida «de trama» en la que, además, estuvieron dos de mis jugadoras habituales, Pírixis y Menxar. Teníamos ese día a la peculiar samurái Akane (tecnicista, nivel 1), a la ex-sacerdotisa guerrera estigia Nefer (guerrero mentalista, nivel 1), al mujeriego y primera línea del grupo Arik (guerrero conjurador, nivel 2, nephilim deva), con su pintora de almas, Umi, y el misterioso Matt (mago, nivel 2, nephilim d’anjayni).

La familia Visnij es una importante familia de comerciantes de Phaion. El heredero y sobrino del actual cabeza de familia, Goran, ha ido formando un aguerrido grupo de mercenarios al mando de Kanbei, un veterano samurái que sirvió a las órdenes de su padre. Los pjs forman parte de este grupo de mercenarios, alguno de salida, otros contratados tras un ajetreado viaje en uno de los barcos de Visnij donde demostraron su valía. Precisamente el ataque a este barco, un transporte semiclandestino con una carga de cañones de mano, pólvora y munición en sus bodegas, es el desencadenante de esta historia.

Goran temía que hubiera un traidor en su organización que esté pasando rutas de sus buques a los piratas, así que hizo una lista de posibles sospechosos y puso a su gente a investigar. A Akane le tocó en suerte Hideki Hashimoto, un secretario importante dentro de la sección naval de la familia Visnij. Akane se llevó consigo a los compañeros que encontró ociosos, todos experimentados hombres (y mujeres) de acción enfrentados a la difícil labor del investigador.

Empezaron preguntándose qué lleva a un hombre fiel a su empresa, cuya familia ha trabajado durante generaciones para los Visnij, a traicionar esa confianza. Pensando que quizás tuvieran secuestrada a su familia (tenía mujer, Romi, y una hija de quince años, Chiwa) y le estuvieran chantajeando, hicieron una batida por la casa de los Hashimoto, una espaciosa parcela en el mejor barrio del distrito lanetense (japonés). Un escaneo de la zona por parte de Nefer les reveló que en la casa había seis personas, lo que parecía indicar que sólo estaban la familia y los sirvientes. Para comprobarlo, Matt, el mago, se presentó en la casa aprovechando su capacidad para ser fácilmente olvidado. Llegó a entrevistarse con la señora Romi y no vio nada que le indicase un secuestro, pero su excusa fue muy mala y su labia muy pobre y enseguida le pusieron de patitas en la calle.

El resto del grupo, mientras planeaban una incursión nocturna en busca de pruebas, cayeron en la cuenta de que no sabían cómo era el señor Hideki: en el dossier entregado por Goran no venía ninguna foto (¡qué pena que aún no las hayan inventado!). Tras discutir si esperar hasta la noche o buscarlo en el puesto de trabajo, decidieron hacer esto último. Hideki Hashimoto trabajaba en un feo edificio de tres pisos en el puerto y delante de él se tiraron un buen rato hasta que se les ocurrió preguntar por el señor Hideki Hashimoto al conserje, que les indicó amablemente que se encontraba en el tercer piso. En el antedespacho vieron a la secretaria, una mujer occidental de más de cincuenta años, gafas en la punta de la nariz, moño tirante y aspecto entre marcial y estreñido. La mujer demostró ser el hueso que parecía, desbaratando en un momento el primer intento de hablar con el señor Hashimoto. El segundo intento tuvo más suerte: Nefer fue a comprar comida y se presentó con «el almuerzo encargado por el señor Hideki». La señorita Rottenmeier entró en el despacho para confirmarlo, momento que Nefer aprovechó para ver al señor Hideki.

Akane y Arik decidieron seguir a Hideki a la salida del trabajo, mientras que Nefer decidió esperarle cerca de su casa para no despertar sospechas y hacer compañía a Matt. Este, entre tanto, había pasado una tarde entretenida siguiendo a la señora Romi y a la pequeña y hermosa Chiwa, enterándose de que la chica estaba prometida y de algunos otros chismes. Sin embargo, Nefer se equivocó: el señor Hideki no era el aburrido oficinista que ella esperaba y tras salir del trabajo se encaminó al barrio rojo. Arik tuvo que mandar a Umi, su pintora de almas, a avisar al resto del grupo.

El señor Hideki, además, apuntaba alto: Arik lo siguió hasta la Casa Cigüeña de Piedra, la más afamada de Hong Kua, y vio cómo entraba en uno de los reservados más exclusivos. Buscó un sitio desde donde tener controlado el reservado y terminó compartiendo charla y sake con un hombre de negocios de cierta importancia. El señor Hideki se veía con la dama Heiko, la geisha más famosa del principado, por cuya compañía suspiraban los más altos y ricos señores y que, de vez en cuando, se encaprichaba con alguien de más modesta condición. Precisamente, al salir el señor Hideki la dama Heiko se fijó en Arik y le sonrió, sirvió sake, bailó para él (y otros, en un reservado aparte) y llegó a besarlo antes de que la impertinencia de Arik acabara con cualquier ulterior posibilidad de conocerse mejor… para gran suerte suya, porque la dama Heiko era una súcubo plenamente integrada en la sociedad y que usaba a los pobres desgraciados de baja condición para alimentarse. El beso dejó a Arik muy tocado el resto de la noche, prácticamente exhausto.

El resto del grupo, es decir, Akane, Matt, Nefer, acompañados por Umi, seguían a Hideki. En realidad, Akane, la más experimentada en estas lides, era la que seguía al secretario mientras Nefer mantenía un lazo de comunicación mental con ella. Era ya noche cerrada y en las calles anchas y flanqueadas por altas tapias del barrio lanetense no se veía un alma. De pronto, un hombre vestido de oscuro, con un amplio sombrero, salió de las sombras y empujó a Hideki a una oscura calle lateral, desapareciendo en la oscuridad con él. Otro hombre, embozado y con un punto de luz en los labios, se plantó en la esquina, mirando a uno y otro lado. Antes de que el grupo decidiera si aquello era un atraco y debían intervenir o mejor seguían vigilando, oyeron a alguien imitar el ulular de un búho. Temiendo haber sido descubiertos, Nefer, Matt y Umi retrocedieron hasta una esquina. Akane, tras dudar si seguir hacia adelante y hacerse el despistado (iba vestida de samurái y en la noche podía confundírsela fácilmente con un hombre) o retroceder con sus compañeros, decidió encaramarse en la tapia, en el lado contrario que donde estaba el desconocido. Este, entre tanto, había bajado la mano hasta la cintura, encendiendo allí otro punto de luz.

Apenas había subido al muro, en completo silencio y convencida de no haber sido descubierta, cuando salió a la esquina una mujer joven de ropajes exóticos que puso la mano sobre el hombro del hombre del cigarrillo y señaló al muro, hacia Akane. La samurái, en cuanto vio que el desconocido apuntaba en su dirección con algo parecido a una ballesta de mano sin arco, se dejó caer al patio de la casa en el momento justo: la bala le rozó el cráneo.

Akane rodó sobre sí misma y buscó un buen escondite entre un árbol y la tapia. Desde allí, detectó a siete personas, una de ellas en lo alto de un árbol en la finca de enfrente. Se enfrentaban a seis personas (sin contar a Hideki) y estaba claro que de habilidad. Además, una de ellas (por la posición debía ser la joven) estaba acumulando ki.

—¡Lance! ¿Dónde está? —Oyó que preguntaba una voz femenina.

—Tras la tapia, Angélica, justo bajo el árbol —Respondió una voz de hombre, juvenil y cantaría, como si se riera de un chiste privado.

En la esquina de más atrás el resto del grupo también oyó este pequeño diálogo y Matt, el mago, no lo dudó: avanzó rápidamente buscando una buena posición «de tiro» y lanzó su mejor conjuro ofensivo, el flash cegador. El resultado fue inmediato: todos menos Hideki y la joven quedaron cegados, así que a esta no le quedó más remedio, mientras mascullaba «tienen un puto mago», que ordenar la retirada. Lo último que oyó Akane, que también intentaba salir de la casa para reunirse con sus compañeros, era como el tal Lance se caía del árbol.

Así terminó el primer enfrentamiento entre ambos grupos, dejando atrás un barrio revuelto, con los perros ladrando y la gente despertada y asustada por la detonación, el olor a pólvora y el extraño fogonazo.

El segundo enfrentamiento de la noche fue en la casa de los Hashimoto. La finca daba a dos amplias calles en sus lados largos y a dos callejones en los cortos. Tenía tres edificios (la casa, los baños y un almacén) y un amplio jardín. El grupo de Visnij llegó primero y se embocó en el callejón norte, el más cercano a la casa. El grupo de Angélica, con Hideki, llegaron por el sur. Lance desapareció en el otro callejón mientras el resto formaba un corrillo, esperando.

El grupo de Visnij decidió hacer un tanteo: Arik, que ya se había unido al grupo y no podía haber sido visto por los otros, bajó por la calle haciéndose el borracho, con idea de verlos más de cerca y flanquearlos. Nefer había abierto un canal de comunicación con él (telépatas al poder) para coordinarse mejor y que Arik les informara de todo lo que viera en tiempo real. Sin embargo, el plan fracasó: apenas había cubierto la mitad del camino cuando Angélica le miró y gritó:

—¡Enlace mental! El maldito se comunica con otro. ¡Emboscada!

Los mercenarios de Visnij juraban ya en arameo. Pero, ¿quiénes eran esos tipos? Tras el grito de Angélica, sus compañeros avanzaron para cubrirla a ella y a Hideki, excepto el tirador, que quedó en retaguardia. Un simple vistazo de Akane le confirmó que la joven estaba acumulando ki otra vez. La posición de Arik, en mitad de la calle y sin la compañía de su pintora de almas, no podía ser peor.

Matt, el mago, salvó la situación: otro flash que cegó a sus oponentes, excepto a Angélica. Hideki, que también se salvó, aprovechó para poner pues en polvorosa. Angélica maldijo, pero se desentendió de él para proteger a sus compañeros. Y a tiempo, porque Arik no lo dudó y cargó contra ella.

Por detrás, el mago se replegó: ya había cumplido. Umi, la pintora de almas, sin órdenes de su amo, se quedó protegiendo al mago. Nefer, sin armas, tampoco se movió. Y Akane, con ese sentido del deber tan peculiar de los samuráis, salió corriendo por el callejón para rodear la finca de los Hashimoto y perseguir a Hideki. Los compañeros cegados de la joven, a su vez, retrocedían a trompicones al callejón, donde podían defenderse más fácilmente. Eso dejó a Arik enfrentándose a solas con la joven, el conjurador con su falcata, Angélica con dos sais, en un combate peligrosamente igualado y que terminó enseguida, con Arik retrocediendo al callejón norte malherido y Angélica retrocediendo al callejón sur para proteger a sus compañeros.

¿Y Lance? El guerrero mentalista estaba en el jardín de la finca Hashimoto, por lo que no había sido afectado por el flash. Estaba a la espera, por si fuera necesario saltar la tapia para ayudar a Angélica contra Arik o contra cualquier otro que bajara por la calle. Desde su posición captó la carrera de Akane y se lo dijo a Angélica. Esta, viendo su lado controlado, le ordenó ir a por el corredor.

—Es el puto samurái, ni lo sueñes.

—Pues síguele y no lo pierdas.

Akane llegó a encontrar a Hideki, y a hostias le sacó que estaba entrampado con un prestamista, Kuma, y que para pagarlo vendía la información a Angélica. La samurái intentó arrastrar al secretario a casa de los Visnij, pero veía que el mentalista no les perdía. Desesperada, dejó inconsciente a un agotado Hideki y lo ocultó lo mejor que pudo, e intentó perder a Lance.

El resto del grupo había optado por retirarse con la información obtenida y con su compañero herido y volver a casa. Contaron a Goran todo lo averiguado y éste mando un grupo en busca de Hideki y otro a asegurar la casa Hashimoto. Al agotado grupo de Akane los mandó a casa de Kuma, a intentar confirmar lo dicho por Hideki y obtener pruebas más sólidas. En esta incursión al final de la noche se produjo la gran jugada del mago, que se merece una entrada propia.

Hideki fue asesinado. Su casa, cuando llegaron los hombres de Visnij, era pasto de las llamas. Encontraron los cuerpos de los sirvientes, pero no de la mujer y la hija.

El resultado fue una partida muy divertida, aunque con un arranque bien lento. Los dos enfrentamientos, la escena de la Casa Cigüeña de Piedra, los juegos de detección de los telépatas… le dieron a la partida un ritmo peculiar y un montón de risas. Y aún quedaba la incursión en casa del prestamista, pero eso lo cuento otro día.

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