Pendragón II – La aventura de la espada y el lago

Un poco de política: en 485 desembarcó un gran contingente sajón en Kent bajo el mando de su rey, un tal Aethelswith. Muchos nobles propusieron a Uther acabar con esta nueva amenaza, pero él siguió con la campaña contra Sussex, el reino de Aelle, que amenazaba las tierras de Windsor y Silchester y sobre el que lord Ulfius, duque de Silchester, tenía grandes ambiciones. Windsor era feudo real y lord Ulfius uno de los principales apoyos de Uther, así que a nadie sorprendió que la campaña contra Sussex siguiera su curso, ignorando a Aethelswith. La campaña contra Sussex terminó en tablas con la batalla de Mearcred Creek, pero el rey Aethelswith le dio candela al ducado de Caercolum, justo al otro lado del estuario del Támesis.

En 486, con el rey Aelle lamiéndose de sus heridas, el rey Uther pudo hacer más caso a Aethelswith, pero sus señores también estaban recuperándose de Mearcred Creek, así que Caercolum no recibió toda la ayuda que necesitaba. Y menos mal, porque Aethelswith demostró ser un gran estratega y pilló en un renuncio al ejército britano, pasándoselos por la piedra en un plis-plas. Al final, y para que las cosas no se salieran de madre (es decir, para que Aethelswith no se plantara en Londres o en Lincoln), el rey Uther mandó un ejército bajo el mando de lord Brastias que logró frenar a los sajones en una serie de batallas más o menos exitosas, pero sin ninguna victoria clara.

En este ejército participaron caballeros veteranos de Salisbury, quedando la guarnición del condado encomendada en gran medida a los novatos y a los viejos. Entre los novatos, sir Gracian y Dael que, junto a otro sargento, fueron enviados a reforzar Ebble.

El verano pasó en Ebble sin mucho que hacer. Pese a su cercanía a Sarum, el pequeño valle parecía estar en otro mundo y el cercano bosque pesaba como una losa. El salón de Ebble era pequeño, austero y sin un mal bardo para alegrar las noches. Sir Gracian y Dael pasaron los días vegetando en el castillo, patrullando por el río, cazando en el bosque o recorriendo la carretera a Dorchester hasta el Dique de Bokery. Precisamente en uno de estos viajes a la frontera sur del condado se encontraron a la vera del camino con un viejo ermitaño que les pidió ayuda para ahuyentar una alimaña que le estaba destrozando el huerto. Sir Gracian aceptó ayudarlo y le acompañaron hasta una loma con algunas ruinas dispersas. En ese instante oyeron un rugido y del bosque salió un gigante con tres ojos que los miró furioso. Los dos amigos se volvieron hacia el viejo, que se había sentado en una roca, sacado una bolsita de aperitivos y se preparaba para ver el espectáculo.

—¡Eso no es lo que yo entiendo por alimaña! —Exclamó sir Gracian señalando hacia el monstruo, que estaba arrancando un árbol joven.

El gigante inició las hostilidades arrojando el tronco como si fuera una jabalina contra Dael, quien la evitó demostrando su maestría con el caballo. Alimaña o monstruo, había ido demasiado lejos, así que cogieron sus lanzas y cargaron valerosamente. El combate fue difícil, intentando evitar el árbol que el gigante usaba como un gran bate y conseguir atravesar una piel dura como la piedra. Sir Gracian rompió la lanza y siguió con la espada, para ser derribado con todas las costillas destrozadas. Dael tiró también de espada para ayudar a su compañero y, finalmente, logró derribar al monstruo, decapitándolo a continuación.

El viejo se les acercó y miró a Dael, cubierto de la nauseabunda sangre del monstruo, y a sir Gracian, ahogándose en la suya propia y asintió, satisfecho.

—Un gran guerrero y un sparring. Servirá.

Entonces el anciano, que no era otro que Merlin, curó a sir Gracian con su magia y pidió a los guerreros que fueran su escolta, por el bien de su señor, su rey y toda Britania. Ambos aceptaron y lo siguieron a través de un espeso bosque que se movía muy rápido hasta un claro donde dejaron los caballos con el escudero de sir Gracian. De ahí siguieron por un estrecho pasaje entre los árboles hasta la orilla de un lago de aguas cristalinas. Apenas habían llegado a la orilla cuando del bosque salió una extraña criatura verdosa que parecía un jinete a caballo y que portaba dos espadas. La criatura intentó atacar a Merlin, que había llegado al borde del lago, así que los dos amigos le salieron al paso para proteger al mago.

Esta vez sir Gracian repartió buenos golpes, pero también se llevó una buena somanta de palos, siendo derribado con el escudo deshecho, aunque por fortuna sólo con unos arañazos. Fue Dael quien dio el golpe de gracia, partiendo el monstruo en dos. Derrotado el monstruo, vieron como Merlin volvía del lago en una pequeña barca y con una espada envuelta en su capa. También les pareciera ver que un brazo femenino surgido de las aguas era quien había entregado la espada a Merlin.

Merlin les llevó de vuelta a la carretera a Dorchester, donde se encontraron, y allí se despidió de ellos. Los dos amigos siguieron hacían el Dique de Bokery mientras pensaban en lo sucedido y qué hacer a continuación. Durante la vuelta habían preguntado a Merlin por la espada y este les había dicho que era la Espada de la Victoria.

A la vuelta decidieron tantear el terreno, aprovechando su estancia en Ebble. Averiguaron que los monstruos y criaturas extrañas no eran tan raras en el bosque. También preguntaron por la espada al señor de Ebble y este les contó que era la espada que había llevado el emperador Constantino el Grande y Macsen Wledig, y también Aurelio Ambrosio, el hermano de Uther, todos Altos Reyes de Britania. Viendo que aquello olía a Política con mayúsculas, decidieron callarse su encuentro con Merlin y la aventura de la espada y contar sólo su enfrentamiento con el gigante a su vuelta a Sarum.

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