Ya cerca del final de la campaña de Mutant Chronicles la ciudad era el caos (se supone que los héroes salvan la ciudad; nosotros casi nos cargamos el planeta): los muertos se levantaban, del cielo llovía fuego, cosas feas, extrañas y peligrosas iban por las calles destripando y devorando a la gente… Nosotros, prudentemente, nos refugiamos en las alcantarillas. En estas que vemos corredor adelante, en la penumbra, un grupo de niños que avanzan saltando y correteando. Hasta nosotros llegan sus risas, sus chanzas, el sonido de los instrumentos musicales que llevan…
Abrimos fuego.
–¿Cómo? –Preguntó el máster.
–Que abrimos fuego.
–Bueno, pegáis unos cuantos tiros y…
–No, no: rodilla en tierra y fuego automático. Hasta que no se mueva nada.
Cuando nos acercamos a los restos, claro, de niños, nada: eran unos monstruos de grandes colmillos, feos y peligrosos.