Schellenberger o no hay nada como un buen concierto

Esta semana tampoco hay entrada de Guardianes del Grial porque las escribo los fines de semana (cuestión de tiempo) y éste estuve en Badajoz. ¿Y qué hacía en Badajoz? Ir a un concierto. El sábado había concierto de abono de la Orquesta de Extremadura con un programa que me interesaba y allá fui. En el menú teníamos una primera parte con Mozart (la obertura de La Clemenza di Tito (k.621), la última ópera que escribió, y el Concierto para oboe y orquesta en Do mayor (k.285d), concierto que tenía ganas de oír completo desde que escuché el fragmento que sale en Nodame Cantabile) y una segunda con Bruckner y su Sinfonía nº1 en Do menor, desconocida para mí (de Bruckner sólo conozco La Romántica, y me encanta).

Pero el plato fuerte no era el programa en sí, sino el director y solista: Hansjörg Schellenberger. No lo conocía antes del concierto y, la verdad, tampoco pensé en buscar información sobre él antes, así que mi primer contacto con él fue la breve reseña biográfica del programa, el segundo fue la obertura de La Clemenza di Tito y el K.O. extático vino con el Concierto, donde desempeñó los roles de director y solista. ¡Y qué solista! Tuvo un pequeño problema con el oboe, una obstrucción, que lo solventó con elegancia y sin perder aplomo (la experiencia se nota) y que para nada empañó su magnífica interpretación. De postre nos regaló un breve solo de oboe antes de irnos al descanso, como si se resistiera a devolvernos al mundo material.

La segunda parte fue muy distinta. La Sinfonía nº1 de Bruckner es violenta, rotunda, con mucha presencia de percusión y metal, y toda la fuerza de la orquesta en pleno que nos clavó en nuestras butacas, dejándonos sin aliento. Un programa acertado por lo dispar de sus dos partes (la etérea belleza de Mozart, la rotundidad de Bruckner), un director y solista excepcional y una orquesta decididamente inspirada que nos dieron un concierto memorable, que se puede resumir en un «Uahhhhh» unos minutos después de terminado todo, cuando uno recupera el uso de la palabra. Schellenberger, por cierto, dedicó el concierto a Karajan, ya que el sábado se cumplió el centenario de su nacimiento.

Lo único malo, el sitio. Ese destrozo urbanístico de diseño (con toda la carga peyorativa que se le puede dar a esa expresión) que es el Palacio de Congresos Manuel Rojas de Badajoz. Como otros ejemplos de arquitectura de diseño realizadas por «arquitectos de pro» muestra una total falta de respeto por el entorno (sólo hay que verlo sobresalir por encima de las murallas del baluarte del siglo XVIII en el que está construido) o por la habitabilidad: suelos naranja butano, paredes en hormigón visto, iluminación escasa o psicodélica, todo muy estresante. Lo que es el auditorio en sí está bastante mejor, con una acústica excelente y una iluminación y diseños curiosos, pero que queda empañado por unos asientos de diseño tipo inquisitorial: más de una hora sentados ahí es una tortura impresionante. Las comparaciones son odiosas, pero lo cierto es que Menxar y yo no pudimos evitar compararlo con el Palacio de Congresos de Granada, donde vimos a Les Luthiers y sus maravillosos asientos (y la amplitud de sus pasillos, la claridad y elegancia de sus pasillos y, en general, la sensación de estar a otro nivel).

Tengo apuntado otro concierto en la agenda para finales de mayo. Quizás me lleve un cojincito, a ver si así…

PD: ¿alguien sabe si los asientos en tres tonos de azul-gris siguen alguna secuencia o están al azar?

Más información:

Sobre el concierto y su programa de mano

Artículo sobre el Palacio de Congresos y algunas fotos

Página del Palacio de Exposiciones y Congresos de Granada

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