El origen del planeta de los simios

El origen del planeta de los simios se ha convertido en la sorprendente vencedora del verano en ese peculiar duelo entre producciones donde Cowboys & aliens es la gran perdedora. Incomprensible: con un guión propio de un subproducto alemán de esos que pone tanto Antena 3, tiene un pase por la interpretación de Andy Serkins, los efectos especiales y la fotografía (ésta, sí, espectacular). Por lo demás, tiene pretensiones de ciencia ficción inteligente, al estilo de Gattaca, pero exige al espectador que no piense. Los protagonistas, salvo Serkins, no están (por Dios, ¿por qué siguen dándole papeles a James Franco?) y de los secundarios sólo se salvan los veteranos Brian Cox y John Lithgow.

La película (si no la has visto y tienes intención de hacerlo, mejor no sigas leyendo) arranca en un laboratorio de primer nivel de una importante industria farmacéutica donde se experimenta con chimpancés y se nos presenta a dos científicos locos que se pasan por ahí la ética y el más elemental sentido común: un Will Rodman (Franco) obsesionado con salvar a su padre y un Steven Jacobs (David Oyelowo sobreactuando como si fuera una comedia francesa) que sólo piensa en dólares. Seguimos viendo, entre bostezos y risas, un laboratorio de máxima seguridad donde cualquiera puede mangar dosis a discreción de los últimos fármacos en investigación y venderlos a la competencia o inyectárselos a su padre, sacar un animal vivo del tamaño de un bebé o quedar expuesto a una toxina en desarrollo sin pasar siquiera por observación. Y cómo, de paso, aparece una chica porque es una película de Holywood y tiene que haber una chica.

La parte de drama carcelario con los simios de protagonistas gana en interés. No por tópico es menos efectivo (el matón que domina la cárcel, el preso peligroso encerrado en el hoyo, el veterano bonachón que se mantiene aparte, el carcelero sádico, el carcelero tonto), con un crescendo lento y constante hasta el espectacular clímax (simios listos, policía tonta) en un puente semioculto en la niebla.

Para terminar, una plaga muy oportuna para quitar humanos de en medio rápidamente, para que los famélicos y ateridos simios puedan volver a la ciudad a saquear supermercados y casas, tras probar que la libertad en un gran bosque de secuoyas, sin las frutas y hojas tiernas de la selva tropical, sin calefacción, sin electricidad y cuando has pasado toda tu vida en cautividad no tiene maldita la gracia.

Tres lanceros bengalíes

En la década de 1930 el cine de aventuras brilló con luz propia. Nacido en una época en la que el colonialismo aún era una buena idea, heredero de la inocencia del cine mudo pero con sonido, efectos y técnicas ya modernos, desaparecería tras brillar como una nova. Oh, un Connery post-Bond nos daría esas perlas preciosas que son El viento y el león y El hombre que pudo reinar, pero el cine de aventuras colonial quedó muerto y enterrado con la Segunda Guerra Mundial.

Ver ahora estas películas tiene sus problemas: hay que bajar varias marchas nuestra mentalidad de finales del XX y principios del XXI para aceptar la natural supremacía del hombre blanco (léase inglés) sobre el buen salvaje propio de los relatos y novelas en que se basan. Algunas han envejecido mal, con unas escenas de acción francamente risibles o unos actores sobreactuados, coletazos del cine mudo. Pero otras han mantenido el tipo con orgullo y proporcionan una tarde entretenida, una vez entramos en su juego.


Los tenientes McGregor y Forysthe comentando la fauna local

Tres lanceros bengalíes entra en este tipo. Con el título original de La vida de un lancero bengalí, nos traslada a la esquina de la India musulmana, Pakistán actual, frontera con el Afganistán salvaje, donde el 41º de Lanceros Bengalíes mantiene la paz en la frontera, en un largo enfrentamiento con un cultivado y cruel enemigo, Mohammed Khan. Bajo el férreo mando del coronel Sin sangre en las venas Stone (Guy Standing, muy propio en su papel), un valiente pero indisciplinado teniente McGregor (Gary Cooper con un ridículo bigote) se convierte en la niñera de los dos nuevos oficiales del regimiento: el mordaz y guasón teniente Forysthe (un genial Franchot Tone) y el hijo ñoño del coronel Stone, un peluso recién salido de la academia (Richard Cromwell).

La película nos presenta la relación entre los tres oficiales: el pique continuo entre los dos tenientes veteranos (impagable, aunque ahora resulte muy inocente, el gag de la flauta, o el intercambio de rimas y chanzas con el caballo) y su instinto maternal hacia el pobre polluelo repudiado del tercer protagonista. Con espías de uno y otro bando y algo de alta política (en la forma de la bella Katlheen Burke como Tania Volkanskaya), nos da tiempo hasta a ver a Gary Cooper torturado. Una imprescindible del género.

Beau Geste

Beau Geste es un clásico de aventuras juvenil (de cuando los jóvenes nos dedicábamos a abordar juncos en el Mar de la Sonda o descubriendo que en el Polo Norte había un volcán, antes de tanto elfo cantarín) que narra las andanzas de tres hermanos en la legión extranjera francesa, allá donde Napoleón perdió el gorro. En el mundo anglosajón es muy popular y tuvo algunas secuelas, varias adaptaciones al cine y televisión y parodias varias (la mejor, la de sir Terry Pratchett en Soul Music). Lo que nos ocupa hoy aquí es la película de 1939 dirigida por William A. Wellman e interpretada por siempre elegante Gary Cooper dando vida a Beau Geste, con Ray Milland y Robert Preston como sus hermanos John y Digby Geste.


Markoff, colocando a un muerto en su puesto

La película es, por lo visto, un remake casi plano a plano de una anterior versión muda de 1926 que no conozco. Quizás eso explique los problemas que tiene para hilvanar la historia, estando formada por escenas que quedan sueltas y algo huérfanas. Sin embargo, es una película agradable de ver, con un estilo un tanto inocente, olvidado, común a otras películas de aventuras de la época (Tres lanceros bengalíes, Gunga Din). Pero, sobre todo, hay que verla por dos razones:

1) Todo el ataque al fuerte, empezando por el cuidado marcaje de tiempos que une el misterio del principio de la película (el fuerte muerto) con lo que pasó visto desde dentro, y terminando, por supuesto, por los muertos en sus puestos.

2) Brian Donlevy en el papel del inolvidable hijo de la gran perra sargento Markoff, el prototipo de sargento cabrón ante el que El sargento de hierro y el tipo ese de La chaqueta metálica no son sino alumnos en período de aprendizaje.

Una película obligada para los amantes del cine de aventuras y muy recomendada para directores de juego en busca de inspiración.

Misión de audaces

Misión de audaces (Horse Soldiers) no es para mí de las mejores películas de caballería de John Ford. Tiene demasiada gente: narra una arriesgada operación militar durante la guerra civil norteamericana, un ataque a un importante nudo ferroviario en el corazón del territorio confederado a cargo de dos regimientos de caballería de la Unión. En manos de un director más grandilocuente tendríamos una película bélica de primer nivel con unas escenas de combates del copón santo bendito. En Misión de audaces las escenas de acción que se le quedan a uno son la carga por la calle de unos desharrapados sudistas y el tragicómico avance de los muchachos de la academia militar (menos los que están con paperas) porque son los únicos en la zona que pueden hostigar a los del norte.


Lo absurdo de las guerras

Aunque sólo por la carga de los muchachos ya merece el visionado esta película, lo que de verdad la sostiene, como creo ocurre con todo el cine de John Ford, son los personajes. El rudo coronel Marlowe (John Wayne) y su enfrentamiento con el cirujano militar Kendall (William Holden), el borrachín sargento mayor (siempre hay un sargento, siempre le da a la bebida) Kirby, el político metido a coronel Secord, el pater guiando a la brigada con ese aire místico y el reverendo guiando a los muchachos con ese gesto severo. Y la chica, porque tiene que haber una chica, la señorita Hannah Hunter (Constance Towers) haciéndose la rubia tonta metiendo el escote en los hocicos de los militares o aprovechando las ventajas de la calefacción central. El punto más débil de la película, también, pues su relación con el coronel Marlowe queda demasiado forzada y podría, incluso, haberse aprovechado para un interesante triángulo amoroso. En fin, hasta un maestro de maestros como Ford tiene problemas con un guion enclenque.

Como toda película de Ford, cualquier reseña se queda corta. Son demasiados detalles, gestos, frases, imágenes… Una visita necesaria para todo amante del cine y del arte de contar historias.

El guerrero nº 13

El guerrero nº 13 fue una película maldita. Los malos resultados de los pases de prueba hicieron que el productor, Michael Crichton (y autor de la novela en que se basa, la floja Devoradores de cadáveres), destituyera al director, John Mctiernan (La jungla de cristal) y remontara la película a su gusto, dando más protagonismo a un Antonio Banderas que empezaba a despuntar como estrella. No voy a entrar en las vicisitudes de su montaje, estreno y fracaso comercial: al que quiera saber más le remito a la entrada que le dedicó Warren Keffer. Tampoco voy a suspirar por el montaje que hubiera hecho McTiernan, uno de mis directores de cine de acción favoritos. El guerrero nº 13 podía haber sido más, posiblemente. Lo que no se puede discutir es que es una de las mejores películas de aventuras de los últimos años y un ejemplo de cine de acción que ya no se hace. También es una maldita partida de rol. De principio a fin.


El genial Herger

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El hombre tranquilo

La semana pasada la 2 de Televisión Española nos regalaba una programación nocturna de auténtico lujo: El hombre tranquilo, de John Ford, sin cortes. Los efectos secundarios provocados incluyeron el que al día siguiente me costara Dios y ayuda levantarme para ir al curro, pero, ¿cómo dejar pasar la oportunidad de volver a ver tal película? Dedicarle unas líneas en este perdido blog es tarea innecesaria porque, ¿qué decir que no se haya dicho ya? y ¿qué contaros, si ya la habéis visto? Porque la habéis visto todos, ¿verdad? ¿VERDAD?

John Ford, uno de los grandes, grandes directores que Hollywood nos ha dado y un enamorado de sus raíces irlandesas nos regaló esta comedia costumbrista allá por 1952, cuando los inviernos eran más cálidos y en Hollywood aún no habían olvidado qué es eso de hacer películas. La historia de un emigrante irlandés que vuelve al pueblo donde nació, pueblecito perdido en mitad de ninguna parte y olvidado de la mano de Dios y de la Historia, con ganas de hacer borrón y cuenta nueva con su pasado (no, no voy a decir por qué; eso lo cuentan en la película casi al final, por más que cualquier crítica o reseña se empeñe en desvelarlo así al pronto). Y la historia del choque cultural de este emigrante, a efectos prácticos ciudadano americano de gran ciudad, con sus nuevos vecinos. ¡Y qué vecinos! Unos personajes que oscilan entre lo entrañable y lo absurdo y que forman los ingredientes principales de tan extraño plato, con un grandísimo Barry Fitzgerald haciendo de borrachín casamentero, un brutote Victor McLaglen y una hermosísima Maureen O’Hara que, junto con una amplia panoplia de secundarios inolvidables, prácticamente se nos comen a John Wayne.

De la película en sí poco más puedo decir. Salvo que empieza de esta forma absolutamente genial (¿Ve ese camino…?) y no para.

Kelly’s Heroes

Que hable de esta película a estas alturas debe ser signo de que no tengo nada que contar en el blog. De visionado obligado para aficionados al cine de aventuras, de acción, bélico e incluso al western, Los héroes de Kelly (por alguna razón titulada en España Los violentos de Kelly, perdiéndose toda la mala leche y la ironía del título original) la debemos haber visto todos y seguramente más de una vez. Sin embargo, quiero rescatarla del olvido de la estantería para ver (las comparaciones son odiosas) lo que hacían hace 40 años con dos horas y poco de metraje y compararlo con el pobre resultado de las películas de acción actuales. A saber: un nutrido grupo de personajes, bien dibujados. Y no hablo sólo de los personajes principales, de Kelly (Eastwood), Gran Joe (Telly Savalas), el loco Oddball (Donald Sutherland) o Buscavidas (Don Rickes), sino de todo el grupo de secundarios: el cabo, Cowboy, Pequeño Joe, el genial Moriarty, Mulligan el de los pepinos, el general…


Los violentos de Kelly, western crepuscular

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Inspiración de ida y vuelta

Cuentas las crónicas que allá por 19xx un cineasta italiano de felino nombre hizo una adaptación maleducada (maleducada porque no pidió permiso) de una película de un conocido director japonés, muy apreciado en Occidente. Esa película y las que la siguieron revolucionaron un género tan típicamente americano como el western: personajes, planos, duelos… También revolucionaron la forma de unir música y película de la mano del compositor Ennio Morricone. Una de las películas nos dejó un duelo memorable, más recordada aún por el reloj y la música.

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Los siete magníficos

Lunes y yo sin verme ninguna serie. Esto de tener la casa patas arriba (estos días me costaba encontrar mi cama y el ordenador quedó clausurado), así que hoy repetiré entrada de cine. Mencionaba la semana pasada a Los siete magníficos como ejemplo de fase de reclutamiento de un grupo, así que le dedico la entrada de hoy. Dirigida en 1960 por John Sturges (El último tren de Gun Hill, La gran evasión), es la mejor adaptación de Los siete samuráis de Kurosawa. El argumento es bien conocido: un pueblo acosado por bandidos busca quien les proteja pagando cuatro duros, alojamiento y comida. A Los siete magníficos le falta la épica de su predecesora: el pistolero no puede competir en romanticismo con el samurái (al igual que el caballero y el hidalgo por nuestro lado, el samurái, por cabrón, asesino y muerto de hambre que sea, es noble y un pistolero no es más que un aventurero de dudoso origen) ni la pistola con el noble arte de la espada; pero esa falta de épica la sustituye con un buen guión que hace de ella una de las películas que más frases célebres ha aportado a la historia del cine y tramposea más o menos sus flojedades.


¿Trabajar en una tienda de comestibles o enfrentarse a 40 bandidos por 20 dólares?

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Origen

Es lunes y toca hablar de anime, pero llevo unas semanas sin terminar ninguna serie, así que no tengo nada de lo que hablar. Bueno, sí. Ayer fui al cine a ver Origen (Inception), el thriller cyberpunk de Christopher Nolan. Y como el cyberpunk es una debilidad, así como las aventuras y desventuras del grupo de mercenarios reunidos por la razón que sea, le voy a dedicar una pequeña entrada a la película.

A estas alturas del año, todos sabemos de qué va la película aunque no la hayamos visto. Un equipo experto en entrar en los sueños de los demás y robar información. Peculiar la idea de usar los sueños, pero en el fondo una trama bastante conocida: montar el tinglado para llegar hasta el objetivo y engañarle para conseguir lo que se busca. A ese respecto, Los fisgones o El golpe son los hermanos mayores de Origen. La película de Nolan aporta un ambiente novedoso con algunas situaciones muy peculiares debido a la irrealidad de los sueños y a jugar con los sueños dentro de los sueños.


El aficionado sabihondo y prepotente (primer plano) y el profesional

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