Uno de esos días

Ayer tuve uno de esos momentos. Venía cabreado: una serie de horribles tiradas y la proverbial imprudencia de los jugadores había terminado con el que debía ser oponente recurrente para varias aventuras en la fosa, sin tiempo para decir esta boca es mía. Of course, si no aceptara eso, no dirigiría a Ánima, sino a juegos con otro estilo de control narrativo.

Decía que andaba cabreado, con la campaña medio desmontada y tocaba en segunda sesión un escenario de investigación y roleo que requería de mente fría, así que andaba pensando en cortar la partida tras dejar a los pjs en un entorno seguro. El primer lugar seguro después de casi un mes de huida desesperada, recalcando un servidor el ambiente familiar feliz y acogedor en contraposición a la situación de los personajes: una, que ha visto cómo su padre era asesinado por su tío y a ella la acusaban de cómplice; el otro, abandonando familia, prometida y un futuro feliz por su sentido de la lealtad y la justicia.

Y, en estas, que uno de los jugadores, el de la chica, entra en modo paranoico (¡benditos sean los jugadores paranoicos, que tanto nos facilitan la vida!) y sospecha que hay algo oscuro tras tan bucólico ambiente. Pues venga, espoleemos las sospechas, convirtamos los eventos inocentes en sospechosos repitiendo adjetivos, recalcando lo relajante de la situación, tirando dados porque sí y poniendo sonrisa aviesa y esos viejos trucos. Espoleemos la desconfianza de los jugadores. Olvidemos el guión y veamos a dónde nos lleva todo.

Sembremos una historia salvaje.

Al final, la campaña ha cambiado. Ya no habla sólo de venganzas y de hombres y mujeres sedientos de poder. Ahora habla también de poderes antiguos, del invierno que no se va y la primavera que no viene y de otras muchas cosas que iré descubriendo.

Por eso me encanta dirigir. No hay nada comparable.

PD: dos jugadores más le darían una hermosa simetría al conjunto, pero eso ya es pedir demasiado.

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