El bardo y la alegre pastorcilla

Hace unos meses se ofreció Charlie a dirigirnos a Menxar y a mí y nos dio libertad total a la hora de hacernos los personajes. El resultado no fue el que él esperaba y aún no sabe muy bien qué hacer con esos personajes. Y le entiendo, pues a un máster fogueado en D&D, acostumbrado a lidiar con semiogros bárbaros y otras fuerzas de la naturaleza, un grupo formado por una alegre pastorcilla y un bardo zíngaro, con tendencia a salir por piernas ante el más leve olor a problemas y para los que el empleo de la violencia no es una opción, es algo que rompe los esquemas.

Comentaba con él el otro día que mi problema es, justo, el contrario: los grupos del Ícaro son muy belicosos y han dado a partidas con mucho combate. No ha tanto tiempo acorté una campaña (Fort Nakhti) porque sólo se me ocurrían desarrollos tan aburridamente llenos de combate como han terminado siendo las aventuras del Ícaro. He intentado preparar campañas secundarias, más ligeras, pero no he salido de ninguna partida satisfecho. Y creo, tras la conversación citada, haber dado con la causa: añoro las partidas de investigación e incursiones nocturnas, donde la violencia es un recurso a evitar y los combates, algo dramático y definitivo, nunca un trámite.

Añoro eso y las campañas con una trama más definida y me encantaría tener un grupo similar al de la alegre pastorcilla y el bardo zíngaro. Sería un descanso tras la agotadora campaña del Ícaro. O, a lo mejor, ya no soy capaz de dirigir una campaña así.

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